miércoles, 18 de diciembre de 2013

61. PROBLEMAS DE BILLINGS

Retrato de Billings, Cecilia Beaux, 1895.
En junio de 1902, la American Library Association realizó su conferencia en Boston y Magnolia, Massachusetts. Era presidente de la asociación el médico y bibliotecario John Shaw Billings (1838-1913), quien en esa conferencia  leyó un discurso que tituló Some library problems of tomorrow (en español, Algunos  problemas bibliotecarios del mañana). En su texto, revisaba la situación de las bibliotecas publicas y escolares, así como el estado de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. También, hizo algunos planteamientos que todavía tienen grandes implicaciones en nuestros días, sobre todo la sugerencia que realizó de que Estados Unidos debía asumir y consolidar el liderazgo en materia técnico-normativa para las bibliotecas del mundo.
Entre los señalamientos problemáticos que indicó, encontramos los tres siguientes que han llamado nuestra atención:
1. Existe conflicto entre las bibliotecas públicas y el sistema educativo. Los componentes de este conflicto son los siguientes:
a) Hay bibliotecarios que consideran que las bibliotecas públicas deben ser independientes del sistema de educación pública. Aunque es teóricamente posible que haya una administración central para las bibliotecas públicas y las escuelas, al unirlas la biblioteca pierde mucho y la escuela gana muy poco, por lo que a la larga el público queda profundamente insatisfecho.
b) Se crean bibliotecas escolares que son mal administradas e ineficientes para el propósito de interesar e instruir a los niños. En general, la biblioteca pública es más atractiva que la biblioteca escolar.
c) Los bibliotecarios saben más de libros que los maestros, por lo que pueden complementar o ampliar el trabajo de éstos.
d) La biblioteca pública interfiere en los planes de lectura de la escuela, pues hace que los alumnos adquieran el hábito de la lectura inconexa, que se da al margen de los libros de texto.
e) La biblioteca pública conduce a los alumnos fuera de la línea de la conducta apropiada.
2. Hay sujetos que piensan que podemos estar en peligro por leer mucho: Leer hasta la estupidez.
3. Una biblioteca competente debe ser insatisfactoria durante casi todo su horario de trabajo. Esto es necesario porque si los bibliotecarios o los lectores no están insatisfechos, entonces la biblioteca probablemente está muriendo o está muerta.
Estos planteamientos de problemas avistados por Billings para su atención futura son de gran relevancia por la vigencia de varios de ellos hasta nuestros días. Así, tenemos que el problema 1-a aplica en México, ya que la actual Red Nacional de Bibliotecas Públicas nació para atender las carencias de bibliotecas escolares, lo cual no le ha permitido desarrollarse ni atender como debiera los requerimientos de información de las comunidades.
El problema 1-b es de gran actualidad en el territorio, pues los esfuerzos emprendidos en torno al Programa Nacional de Lectura (México) desde la década anterior no han dado frutos, ya que se tienen bibliotecas escolares y de aula mal administradas y de gran ineficiencia.
El planteamiento 1-c es de considerar, pues se hizo en un momento histórico en que los bibliotecarios debían tender a la erudición, y cuando aún no proponía Shera que se relevara ese perfil por el del bibliotecario enfocado en los servicios, que es el imperante hasta nuestros días.
Los problemas 1-d y e se refieren a declaraciones que encontramos en políticas, en las que se privilegia el sistema educativo incluso con detrimento de las bibliotecas públicas, pues éstas existen sólo para servir a aquél.
El problema 2 es curioso porque se refiere a una de las creencias que aún escuchamos sobre la lectura, misma que tiene una de sus manifestaciones en el mantenimiento de la lectura dentro de la escuela, al tiempo que se le niega fuera del espacio educativo por considerarla mera distracción y ocio.
El problema 3 dice algo que es contrario a la ideología mercantil aplicada a las bibliotecas en la actualidad, en la que se impulsa a conseguir y medir la satisfacción del lector o usuario, al que ahora se le quiere llamar cliente. De esta manera, lo que se dice en 3 es que la biblioteca está viva cuando es insatisfactoria para los bibliotecarios y los usuarios.
En estos momentos en que incluso se ha promulgado que las bibliotecas y los bibliotecarios deben entrar en competencia con las tecnologías de la información y la comunicación, y contando con bibliotecarios que no parecen tener la capacidad para reflexionar y argumentar para establecer su posicionamiento en un mundo cambiante y de capitalismo salvaje, los planteamientos de Billings tienen una vigencia que no deja de asombrarnos, aún más porque en su discurso también avistó que el futuro de la biblioteca se daría en desarrollarla como un negocio parecido a una librería o venta de libros.
Varios de estos problemas que expuso Billings hace más de un siglo nos permiten mirar de nuevo a la situación actual, en algunos casos para darnos cuenta de que los problemas siguen ahí sin que nada pase, a la vez que otros nos llevan a pensar sobre si esas situaciones nos aplican en alguna modalidad. Son tan interesantes y de alguna complejidad que los deberemos tener en cuenta en sucesivos abordajes.

Bibliografía

Billings, J.S. (July 1902). Some library problems of tomorrow. Library journal, 27(7), pp. 1-9.

martes, 5 de noviembre de 2013

60. LA ¿BROMA? DE CRAWFORD

Walt Crawford. Foto American libraries
En el número de abril de 2004 de la revista American libraries, el prestigiado columnista Walt Crawford publicó en dos páginas lo siguiente:
En honor al 1 de abril (1)  y al ejemplar sobre las instalaciones de la biblioteca, me gustaría compartir un conjunto especial de preceptos para eliminar los problemas de la biblioteca y poner fin a la necesidad de nuevos edificios bibliotecarios,... si usted los sigue al pie de la letra.
1. Es lo mismo para cada buena biblioteca. Esto es cierto para Barnes & Noble -¿Y no quieren todos los bibliotecarios hacer que su servicio se parezca  al de Barnes & Noble? Considere cuánto ahorraría al tratar a su biblioteca como todas las otras bibliotecas.
2. Externalizar: Beneficio = eficiencia = efectividad. Usted subcontrataba la mayoría de la catalogación hace años. No construye sus propios sistemas integrados, publica sus propios libros o fabrica su propia estantería. ¿Por qué el desarrollo de la colección local, el trabajo de referencia o cualquier cosa excepto la circulación? La externalización se encarga de problemas sindicales y del exceso de empleados; es tan bueno para las bibliotecas como para cualquier otro negocio rentable .
3. Siga el Principio de Pareto. Enfoque el 80% del presupuesto de su biblioteca y la atención en el 20% de sus clientes que representen el 80% de su negocio . Satisfaga a sus mejores clientes (¡La palabra que debe usar!) y no podrá equivocarse. De todos modos, aquellos que se quedan atrás probablemente no pagan mucho en los impuestos y no ayudarán cuando empiece a operar sus unidades de compromiso del estilo NPR (AL, Feb., p. 37 – 39) (2). Olvídese de ellos.
4. Deles lo que quieren. Período. Compre suficientes copias de los últimos best-sellers para cubrir toda la demanda. Para las bibliotecas académicas, consiga todas las revistas de texto completo que pueda: A los estudiantes les encantan. ¿Por qué preocuparse por los materiales  que sirvan a la próxima generación? Usted se habrá retirado para entonces, de todos modos. ¿Qué ha hecho la próxima generación por usted?
5. Si no ha circulado en dos años, tírelo . Mantenga esos estantes libres para las cosas que quieran sus mejores clientes. Si nadie lo ha utilizado en dos años, lo más probable es que no valga nada para los mejores clientes de hoy.
6. Nunca ofenda a su comunidad. ¿Quién es para comprar materiales que ofendan a miembros de la comunidad? Una vez que se mude a una política de la colección inofensiva, no tendrá que explicar a los fideicomisarios por qué deben cuidar la libertad intelectual y las necesidades de las minorías.
7. No haga caso a su comunidad . ¿Tiene una colección española en crecimiento para servir a su creciente población hispana? ¿Qué hay del ESL (3) y de los programas de alfabetización de adultos para sacar adelante a los miembros de la comunidad? ¿Está investigando y sirviendo a las necesidades cambiantes de la comunidad? ¿No?
Entonces ¿por qué molestarse? Usted es el profesional aquí. Es por eso que le pagan mucho dinero.
8. Los niños de ahora hacen todo en computadoras y nunca van a cambiar.  Afuera van las estanterías. Dentro van las redes WiFi y los sistemas de e-libro.
A los mutantes jóvenes de hoy no les preocupan los libros, las horas del cuento, o cualquier cosa que no esté en un teléfono móvil / PDA o en una computadora Notebook. Ellos  nunca lo harán. ¿No es usted el mismo ahora que hace 20 años? Usted puede ver la ola del futuro: Haga surf o ahóguese.
9. La tecnología resuelve todos los problemas. Si la tecnología crea un problema, solo necesita más tecnología  para solucionarlo. Tiene que pasar más tiempo prestando atención a nuevas soluciones tecnológicas — son las únicas que importan.
10. Manténgase cambiando a nuevos juguetes brillantes. ¿Cuántas nuevas tecnologías  y dispositivos limpios ha investigado este año? Si usted no está conectando algo nuevo cada una o dos semanas, se está quedando atrás. Usted no es una especie de ludita (4), ¿verdad? Es nuevo, está limpio, es brillante: Debe trabajar sus planes para la biblioteca.
11. Usted tiene su maestría en bibliotecología. Usted puede dejar de aprender. ¿De verdad quiere pasar el tiempo leyendo la aburrida literatura profesional ? Si algo es importante, alguien le avisará -y, después de todo, sólo importan los nuevos juguetes brillantes. Los institutos y los programas de conferencias son excelentes excusas para beber y comer, pero las exposiciones deben enseñarle todo lo que necesita saber.
12. Luche contra los estereotipos en cada ocasión. Puede mejorar la situación de los bibliotecarios al prestar servicios profesionales y adecuados a los que más los necesitan, pero ¿no es más divertido quejarse  de las representaciones mediáticas del peinado en forma de bollo, de los zapatos cómodos y del silenciamiento? Como han demostrado los abogados, el camino al éxito es la queja constante sobre los estereotipos.
13. Abrace la inevitabilidad. Las publicaciones seriadas impresas han muerto y el libro impreso está muriendo. Nadie quiere ir a una biblioteca. De todas formas, la lectura del libro es un arte perdido y Google le da a cada uno toda la investigación que realmente necesita. Así están las cosas. Es inevitable. Hay que vivir con ello.
Ahí están: Una docena de panadero (5) de ideas (algunas útiles en pequeñas dosis) que pondrán fin a todos sus problemas cuando se lleven hacia los extremos. ¡Disfrute!
Hemos agregado a este texto algunas notas al final para aclarar ciertas referencias internas que son propias de la cultura media estadounidense, pero que no son fáciles de comprender para un lector de otro país.
Es de notar que la recepción de este escrito ha sido diversa, pues Steven Bell le hizo un comentario favorable en el año 2007, indicando que tiene importantes señalamientos con una dosis de humor. Por su parte, el sitio de Questia.com lo identificó como un escrito de administración de bibliotecas y lo ubicó junto a otras obras de esa materia. Además, detectamos que se tradujo al indonesio y se incluyó en una bibliografía sobre calidad de los servicios.
No obstante, para Crawford este es un escrito más que realizó, seguramente como un divertimento para llevar la situación problemática de las bibliotecas estadounidenses hasta sus extremos. Para ello, describe 13 aspectos adaptativos que deberían considerar las bibliotecas para resolver sus problemas, los cuales se enfocan en asuntos de identidad, colecciones (incluido el descarte), usuarios, servicios, tecnología, educación bibliotecaria, comunicación y sobre el cambio inevitable que viven las bibliotecas.
Son muchos los problemas que puedo deducir de ésto que me parece una parodia, aunque noto que su recepción indica que se le ha comprendido como un texto visionario o de otro tipo parecido.
En el número 9 de estos preceptos dice que la tecnología resuelve todos los problemas, incluso los que ella misma crea. Esta creencia se erige en axioma para los bibliotecarios, y corresponde a la carrera acelerada de los productores y distribuidores de tecnologías de la información y la comunicación, quienes han logrado que las soluciones antecedan a los problemas. De esta manera, la estrategia del vendedor consiste en proponer un producto tecnológico para el cual debe existir una necesidad en la biblioteca, aunque no sepa con exactitud dónde esté o cuál sea. Esta falta de claridad sobre el problema no es obstáculo para concretar la venta, pues el bibliotecario debe estar convencido del valor del cambio tecnológico. De esta manera, el bibliotecario tiene el problema de encontrar el problema para poder justificar la nueva adquisición.
Al respecto de la identidad, en los números 1 y 2 del texto de Crawford dice que las bibliotecas deben ser negocios rentables, como una cadena de librerías que externaliza todo lo que puede. Para ello, deberían haber sólo buenas bibliotecas, o sea, ser todas iguales y recibir el mismo trato, de modo similar a lo que ocurre con las sucursales de las tiendas departamentales, las cadenas de librerías y las instalaciones que se hacen para las franquicias. Este planteamiento pone en duda el carácter único de cada biblioteca, o sea, que cada biblioteca debe ser diferente porque atiende a una comunidad que nunca es la misma. En consecuencia, el problema de igualar las bibliotecas es asunto que deben atender las personas y las organizaciones que toman las decisiones sobre las bibliotecas y sobre los recursos para el mantenimiento de estas instituciones.
Hay otros varios problemas que podemos detectar al releer este escrito. Además, lo que dice nos causa nuevas inquietudes al respecto del problema de la infopobreza (entrada 48) y al respecto de la ventaja competitiva de las bibliotecas (entrada 56), pues el cambio inevitable que debemos abrazar -a  decir del autor- conduce fatídicamente al abandono de las bibliotecas como un proyecto social.
El texto que ahora comento ha venido a cimbrarme, además de que los problemas a los que apunta son ciertamente muy preocupantes y complejos por corresponder a la ideología que promueve la principal potencia mundial de la biblioteconomía, aquella en la que abrevamos para aprender, para aplicar sus normativas y para investigar. Por consiguiente, resulta muy importante continuar reflexionando sobre las ideas del texto de Crawford, en razón de lo cual le daré seguimiento más adelante.

Notas

(1) El 1 de abril es el Día de los Inocentes en Estados Unidos.
(2) Hace referencia a la estrategia de la radio pública de Estados Unidos para diversificar sus fuentes de financiamiento. La cita es de Coffman, S. (Feb. 2004). Saving ourselves: Plural funding for public libraries. American libraries, 35(2), pp. 37-39.
(3) English as a second language.
(4) Un ludita era un artesano textil inglés del siglo XIX que se opuso a la mecanización de su trabajo.
(5) La docena de panadero puede tener 13 o 14 piezas.

Bibliografía

Crawford, W. (Apr. 2004). A dozen solutions to all library problems. American libraries, 35(4), pp. 88-89. Tr. libre de Robert Endean Gamboa.

sábado, 27 de julio de 2013

59. EL PROBLEMA DE RUBIN

Desde mis años de escuela, mucho he escuchado sobre las políticas bibliotecarias y de la información, aunque cada vez me convenzo más de que la palabra "política" es un estribillo que los bibliotecarios mexicanos repetimos con singular alegría aunque no sepamos bien de qué estamos hablando. La mayoría de las veces lo usamos para referirnos a las normativas que aplican en la biblioteca y así decimos que tenemos políticas de servicios (reglamentos), políticas de catalogación (reglas y esquemas), políticas de desarrollo de colecciones (criterios) y otras mas. En consecuencia, confundimos las políticas con algunos de sus instrumentos.
Es tal el desconocimiento de las políticas que se tiende a suponer que deben corresponder a cada acción que se realiza, incluso a la costumbre. Así, en una ocasión escuché en la UNAM, con gran atención y asombro creciente, a una conferencista que nos platicaba sobre las políticas de información que seguían los escribas náhuas en el mundo prehispánico.
Al margen de este problema de la formación bibliotecaria, encontramos en la literatura que las políticas sirven para resolver cierto tipo de problemas que se presentan en las bibliotecas. De esta manera, cuando surge un problema que se identifica con alguna política existente, o se atribuye a la carencia de una política, se hacen las diligencias correspondientes y se obtiene una nueva política como solución.
Las políticas son enunciados que hacemos y que corresponden al sistema de órdenes distintos que conforman la biblioteca (vid. entrada 58). En este sentido, las políticas son los medios a través de los cuales establecemos los órdenes y los hacemos explícitos en la biblioteca. No obstante, las políticas también pueden estar implícitas, aunque como indicamos antes, y dada su intencionalidad operativa, no se les debe confundir con la costumbre y la tradición.
El profesor estadounidense Richard Rubin ha publicado en tres ediciones de sus Foundations of library and information science (1998, 2004 y 2010) un par de capítulos que tratan sobre las políticas de información: Uno sobre políticas públicas de información y otro sobre las políticas de información de las bibliotecas. En ellos, hace planteamientos que hemos graficado como sigue:
Políticas públicas de información y políticas de información de la biblioteca.
En el entorno de la biblioteca, se diseñan e implementan las políticas públicas de información, que el autor divide para su estudio en dos partes, correspondiendo una a las acciones de la creación, la adquisición, la organización, la diseminación y la evaluación de la información. En este segmento, operan distintos agentes relacionados con estas acciones, que buscan impulsar y posicionar para su propio provecho.
La otra parte es la de ciertas áreas de interés, y en ella operan las tecnologías de la información y la comunicación, las telecomunicaciones, las entidades dedicadas a asegurar la privacidad, la regulación informática, la propiedad intelectual y el gobierno electrónico. En esta otra parte, también maniobran agentes relacionados con estas áreas de interés, quienes igualmente trabajan para su propio beneficio.
Los agentes involucrados en las acciones y las áreas de interés, como resultado de los posicionamientos, las negociaciones y las condiciones y restricciones existentes generan y tienden a modificar las políticas públicas de información a través de mecanismos de apertura y cierre, para lo cual se desempeñan con la certeza del poder y la ganancia que pueden obtener de sus esfuerzos.
Rubin nos dice también que en la biblioteca se diseñan e implementan políticas propias para la selección y colección, la organización, la preservación, los servicios y para asegurar la libertad intelectual. Para ello, los bibliotecarios deben actuar hacia la conservación de los valores personales y de la comunidad, hacia la protección de los niños y asimismo para proteger la biblioteca. Las tareas correspondientes a estas acciones pueden imponer restricciones a las políticas.
En contraparte, se debe facilitar la protección del libre acceso, asegurar la educación de los niños y enarbolar los valores profesionales, para de esta manera ejercer cada vez un mayor acceso a la biblioteca y la información. Estas tareas de facilitación pueden impulsar tendencias en las políticas.
El autor también señala cómo pueden afectar las políticas públicas de información a la política bibliotecaria, tomando como ejemplo la propiedad intelectual, que cada vez se nota más ligada al lucro comercial. En contrario, las políticas bibliotecarias pueden influir en las acciones, y por esta vía indirecta llegar a impactar en las políticas públicas de información. Esto no significa que los bibliotecarios no puedan constituirse en agentes que busquen influir en el diseño de las políticas, sino que el autor indica meramente la vía que podría resultar aceptable.
En consecuencia, las políticas determinan aspectos de infraestructura, infoestructura, planes y programas a seguir, las normativas que se utilizan, así como procedimientos y las formas de trabajo, pero lo hacen a partir de ciertas condiciones y para atender determinados objetivos.
A partir de este esquema, Rubin plantea el problema del cambio actual que se está dando en las sociedades industrializadas, mismo que hemos representado en el siguiente gráfico:
Equilibrios de la información en la sociedad.
Tenemos que en los países de régimen democrático y sistema económico capitalista se ha buscado que exista un equilibrio en materia de la información, estando en un extremo la propiedad de la información con sus ideas de convertirla en un bien de consumo, y por el otro lado está el derecho de acceso a la información como un valor democrático, que busca la utilidad para mejorar la comprensión. En la conformación de este equilibrio, han entrado en juego los intereses económicos, sociales y políticos, que sirven de contrapesos ante determinadas políticas de información.
Con este planteamiento, Rubin señala que vivimos desde hace una década el paulatino abandono de los intereses que buscan el derecho a la información, así como el creciente enaltecimiento de los intereses que promueven el consumo de la información previo pago, la imposición de restricciones al acceso por motivos de seguridad, así como a los variados intentos de controlar los flujos de la información.
Este esbozo, cuando lo miramos a la luz de lo que antes manifestamos en referencia al sistema de la infopobreza (vid. entrada 48) encuentra una posible explicación en los factores del entorno socio-cultural de circulación, alienación y exclusión. Si atraemos también algunas reflexiones sobre el capitalismo cultural en el que estamos inmersos, que considera el conocimiento como un motor de la economía, pero teniéndolo enmarcado y sometido a las leyes de acumulación del capital, entonces tendremos el cuadro completo de este problema.
Preguntémonos al respecto:
  • ¿Desde cuándo las bibliotecas dejaron de ser una inversión para sus entidades propietarias y pasaron a convertirse en un gasto?
  • ¿Desde cuándo las bibliotecas se vieron obligadas por sus entidades propietarias a relacionarse con proyectos productivos o políticos?
  • ¿Desde cuándo la propiedad intelectual había impactado a las bibliotecas como ahora lo hace en las adquisiciones, la circulación de los materiales y su reproducción?
Tenemos entonces que este problema, aunque visto a la luz de la situación estadounidense propia de su autor, plantea una circunstancia de gran atractivo y gran complejidad, que va desde la concepción misma de las políticas hasta las orientaciones que estamos viviendo hoy en nuestras bibliotecas, con la salvedad de hasta dónde querramos mirar. Por esta razón, deberemos seguir considerando este problema en sucesivas entregas.

Bibliografía

Rubin, R.E. (2004). Foundations of library and information science. 2nd ed. New York: Neal-Schuman.
Vercellone, C. (2005). The hypothesis of cognitive capitalism. Conferencia presentada en el Towards a Cosmopolitan Marxism, Historical Materialism Annual Conference, 4-6 nov., Birkbeck College and SOAS, London, 4-5 nov. 2005. Vers. 2008. Localizada: 1 mayo 2013. En: http://hal.archives-ouvertes.fr/docs/00/27/36/41/PDF/The_hypothesis_of_Cognitive_Capitalismhall.pdf

domingo, 16 de junio de 2013

58. EL CAMBIO BIBLIOTECARIO

Entre todos los conceptos que estudié en las materias de administración bibliotecaria que llevé en la escuela, recuerdo que con cierta premura se nos presentó el problema del cambio, indicando que todo se transforma en el entorno de la biblioteca y que un profesional bibliotecario debería poder enfrentar (esa era la palabra que se utilizaba) cualquier situación externa que pudiera alterar el funcionamiento de esa institución.
Este asunto del cambio me pareció inquietante y por ello consulté a uno de mis profesores, quien parafraseó al filósofo griego Zenón diciéndome que “lo único permanente en la biblioteca es el cambio” y agregando que eso no debía preocuparme, pues la formación que recibía en la escuela me estaba preparando para lo que viniera. Debo acotar que esta recomendación me la hizo en medio de la crisis económica que padecimos en los años 80, antes de que el gobierno promoviera el primer pacto económico para evitar el colapso nacional. Luego de esa admonición, no han parado las crisis en este país.
He sido testigo de cómo las bibliotecas se han visto obligadas a adelgazar y restringir su crecimiento, a apostar a tecnologías de toda laya poniendo en riesgo su propia existencia, a ajustarse a enfoques administrativos que buscan hacerlas más eficientes y menos costosas, a aceptar formas de evaluación completamente ajenas a su naturaleza, a perder el rumbo y no saber cuál es la razón de su existencia, así como a vivir con miedo por las asonadas de que están cerrando bibliotecas en los Estados Unidos y tras suponer que por contagio pasará lo mismo en México.
También he conocido los llamados “casos de éxito” en cuestión de cambios, pero creo que algún día valdría la pena evaluarlos en términos de lo ganado y lo perdido luego de las modificaciones emprendidas para adaptarse, para mejorar, para modernizarse, para ser excelentes y para adjudicarse otros tantos adjetivos que vienen y van como las modas.
Traemos a colación que en la entrada 26 señalamos que toda la biblioteca es un organismo compuesto por elementos que se oponen y que se tienen que equilibrar. Además, los elementos no sólo se relacionan en parejas, pues uno mismo puede tener vínculos con varios otros, como por ejemplo el presupuesto, que impacta casi todos los otros elementos del sistema.
La reflexión que emprendí desde mis días de escuela, hace casi tres décadas, me ha convencido de que cualquier intento de abordar el cambio en y de la biblioteca debe hacerse a partir de una noción amplia y clara de lo que ella es, con lo que arribé a una certidumbre que podemos percibir como hilo conductor a lo largo de toda la historia de las bibliotecas: La biblioteca es una entidad ordenada.
Buscando comprender lo que es el orden encontré a Cesarman (1982), quien dice al respecto lo siguiente:
  • El proceso de ordenamiento se da a contracorriente.
  • Sólo lo que tiene orden es capaz de producir trabajo y éste siempre se manifiesta como movimiento.
  • El universo posee un patrimonio de orden acumulado en los sistemas de estructura heterogénea y compleja. Existe un gradiente que va del orden al caos; por lo que los sistemas tienden a caer, de manera espontánea, hacia la homogeneidad y el caos.
  • A través del  movimiento, el orden se desgasta y se transforma en caos.
  • En este proceso se produce trabajo.
  • El orden es complejidad, heterogeneidad, desequilibrio, vulnerabilidad e improbabilidad.
En algún momento de este trayecto, me he fijado en dos conceptos que interesaron mucho a Susana Sander y Ramiro Lafuente, quienes abordaron desde la filosofía y la historia diversos aspectos de la clasificación y la catalogación. Sobre el particular, es de notar que en la entrada 25 mencionamos que una biblioteca está ordenada cuando su catalogación y clasificación se llevan a cabo de forma normalizada, o sea, tratando de reducir a cero la variación en las decisiones que se toman en la descripción o en la aplicación de la norma para la colocación física del documento.
De esta manera, la catalogación y la clasificación son elementos ordenadores de la biblioteca, pero no constituyen el todo del sistema bibliotecario ordenado. Para tener una noción más clara de esto que decimos, nos referiremos al siguiente esquema gráfico en el que mostramos a la biblioteca como un sistema ordenado.
El sistema bibiotecario y el cambio.
Podemos ver que hay al menos cuatro subsistemas que conforman la biblioteca:
  • El orden institucional, que abarca los componentes administrativos, financieros, de política, normativos y tecnológicos que la organización de adscripción de la biblioteca dispone para que ésta opere, para supervisarla, controlarla y evaluarla.
  • El orden físico, que incluye las instalaciones (enmarcados, conforme la entrada 42), la disponibilidad de todos los recursos materiales y tecnológicos, la ergonomía y la usabilidad.
  • El orden lógico, en el que interactúan la clasificación, todos los asuntos de logística y las normativas técnicas.
  • El orden socio-cultural, que es operado por los recursos humanos y consiste en el ambiente, todos los aspectos de las relaciones humanas, así como los valores y las formas de pensar.
La intersección de los órdenes físico y lógico establecen las condiciones de accesibilidad. Además, entre el orden institucional y el orden socio-cultural se mantiene un estado de negociación permanente. Asimismo, el orden institucional y el orden lógico se interpretan recíprocamente todo el tiempo, y el primero mantiene un diálogo continuo con el orden físico al respecto de la estética y la utilidad de los recursos de la biblioteca
Notamos también que el orden socio-cultural condiciona los órdenes lógico y físico, tanto en su operación como en su desarrollo, por lo que igualmente incide, directa o indirectamente, en la accesibilidad.
Estos órdenes son susceptibles a ciertos cambios en su entorno, como puede verse en el esquema gráfico. Asimismo, los cambios pueden presentarse dentro de la biblioteca en algunos de sus componentes. Tomemos como ejemplo el relevo de la normativa catalográfica que está ocurriendo ahora, y que en nuestro esquema corresponde al orden lógico. Obviamente, esta nueva normativa conllevará a transformaciones en la logística, en la accesibilidad y en la forma de pensar, al igual que podría modificar componentes del orden físico y generar interpretaciones para el orden institucional.
Los cuatro órdenes están integrados en el sistema bibliotecario, que opera como un proceso que recibe insumos y requerimientos para generar resultados, conformidad y beneficios. Este proceso es cíclico, de modo que se mantiene en funcionamiento para tener la ventaja competitiva a la que sirve y que es la razón de su existencia.
Observamos que este gráfico esquemático nos sirve para describir y comprender los cambios que ocurren. Así, tenemos el caso comentado por Garrett (1999), quien se ha referido a los cambios en el orden que ocurrieron en las bibliotecas alemanas a fines del siglo XVIII y principios del siglo siguiente. Estas transformaciones fueron las siguientes:
  1. Se estableció una distinción entre el orden visible y el orden funcional. En este sentido, se pasó de considerar que la biblioteca representaba el universo a concebirla como el lugar para localizar con rapidez los libros que se necesitaban.
  2. Se diferenció la información bibliográfica del objeto físico libro.
  3. Se estableció una demarcación entre el bibliotecario y la memoria bibliográfica.
  4. Se propuso cambiar el catálogo sistemático por el catálogo de temas.
Notamos en este ejemplo que se indican cambios en la ventaja competitiva (1), entre los órdenes lógico y físico (2), entre los órdenes socio-cultural y lógico (3), y cambios normativos y de logística (4). Como efecto de estas transformaciones, Garrett indica que se estableció un antes y un después en el que las bibliotecas alemanas se modificaron en su naturaleza y organización.
Stephens y Russell (2004) indican que el cambio es una actividad organizacional significativa que es necesaria para que la biblioteca siga siendo relevante. No obstante, cada biblioteca es única y cumple con un rol social distinto, a la vez que opera con culturas que no poseen otras organizaciones, lo cual dificulta cualquier intento de réplica de las experiencias y las prácticas. Concluyen que no hay una estrategia única e infalible para el desarrollo de una organización bibliotecaria.
Cuando indagamos un poco más los conceptos de Stephens y Russell, para tratar de comprender qué significado le dan a ser relevante como ventaja competitiva de la biblioteca, encontramos que su concepto apunta a que esta institución debe servir a los usuarios en un entorno fluido, de expectativas cambiantes, influencias tecnológicas e imperativos de la organización de adscripción. Podemos ayudarnos para entender estos conceptos con nuestro esquema gráfico, en el que vemos la biblioteca en el plano inferior y la ventaja competitiva en el plano superior.
Rubin (2004, pp. 79) señala el siguiente caso de cambio en el entorno: “La necesidad crítica y creciente de información, así como el incremento de su naturaleza electrónica han producido competidores y alternativas a las prácticas bibliotecarias tradicionales. Estos competidores también reconocen que la información es un bien valioso, y que pueden obtener ganancia y poder si controlan su diseminación”. Ante este panorama, recomienda que las bibliotecas transiten por el entorno tecnológico adquiriendo sus productos y adaptándose, al tiempo que sus recursos humanos aprenden a dominar los nuevos dispositivos. Para poder hacerlo, se tienen que preguntar sobre su misión (ventaja competitiva), la selección y evaluación de sus colecciones (logística), sobre la accesibilidad, sobre el futuro de sus recursos humanos (orden socio-cultural) y sobre la productividad (orden lógico). También nos ayuda a comprender estos conceptos nuestro esquema gráfico.
Stephens y Russell (2004) añaden que el cambio puede anticiparse, planearse e implementarse de la mejor manera, a través de procesos de planeación que contemplen distintas evaluaciones, anticipando los riesgos del cambio y por otros medios. En este sentido, tenemos el ejemplo de Stimson (2007), quien sugiere que algunos cambios de las bibliotecas pueden servir para desarrollar su imagen y para posicionarlas a través de la conformación de una marca.
Llegados a este punto, vislumbramos el cambio bibliotecario como un tema de reflexión y asunto de práctica en las bibliotecas. Su consideración es necesaria ya que ciertamente el cambio es permanente en estas instituciones, y si no hay cambio, entonces las bibliotecas están enfermas e incluso pueden estar condenadas a muerte. El problema del cambio es muy complejo, pero es apasionante y atraviesa todos los tipos y modelos de bibliotecas a través de la historia de la humanidad. Por ser de nuestra predilección y de gran utilidad, seguiremos considerándolo en futuros abordajes.

Bibliografía

Cesarman, Eduardo. (1982). Orden y caos: El complejo orden de la naturaleza. México: Diana.
Garrett, J. (1999). Redefining order in the German library, 1775-1825. Eighteenth century studies, 33(1), pp. 103-123.
Rubin, R.E. (2004). Redefining the library: The impacts and implications of technological change. En su: Foundations of library and information science. 2nd ed. New York: Neal-Schuman. pp. 79-120.
Stephens, D.; Russell, K. (2004). Organizational development, leadership, change and the future of libraries. Library trends, 53(1), pp. 238-257.
Stimson, N.F. (2007). Library change as a branding opportunity: Connect, reflect, research, discover. C&RL news, 68(11), pp. 694-698.

sábado, 4 de mayo de 2013

57. LA FORMACIÓN DEL BIBLIOTECARIO

Hace unos días, en las Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía platiqué con un colega, quien es profesor en una de las carreras de licenciatura de bibliotecología que se imparten en el país. En esa ocasión, me compartió su preocupación por la tendencia descendente que se viene observando en el ingreso anual de nuevos alumnos a esa carrera.
Durante la charla, le pregunté si hacían promoción, si conocían los requerimientos del mercado laboral en su entorno, así como sobre la imagen social del bibliotecario y de la propia carrera. En general, sus respuestas indicaban que la responsabilidad del problema recaía en los profesores de la carrera, quienes ya nomás actuaban en sus pequeños ámbitos y estaban más bien atenidos a la costumbre y la desidia.
Algo que llamó fuertemente mi atención fueron las soluciones que me dijo que estaban semblanteando, entre las cuales recuerdo tres:
  • Cambiar el nombre a la carrera.
  • Meter más contenidos tecnológicos en la currícula.
  • Vincular la carrera de bibliotecología con la de comunicación.
La razón por la que me han llamado la atención estas opciones que están considerando es porque las tres ya han sido ensayadas en México, sin que sepamos que alguna vez se tuviera éxito.
Hace algún tiempo que he considerado el problema de la formación de los bibliotecarios, y ahora que vuelvo a pensar en este asunto y reviso lo que llevo publicado en este blog me sorprende encontrar que el ser y quehacer del bibliotecario son una constante a la que regreso recurrentemente desde el ego bibliothecarius que manifeste en la entrada 3. Así, he escrito sobre problemas relacionados al nombre de la carrera (entrada 40), sobre nuestra identidad (entrada 22), sobre nuestra responsabilidad social (entrada 19), sobre nuestra relación con los otros (entrada 44), sobre nuestros problemas para comunicarnos con otras profesiones o disciplinas (entrada 23), sobre el conformismo en nuestra profesión (entrada 37), sobre si puede haber bibliotecas sin bibliotecarios (entrada 51) y sobre si nuestro futuro es ser navegantes o pilotos en el universo info-documental (entrada 31). También he abordado los problemas que tenemos con el modo como nos enseñan la organización documental (entrada 34), las interfases biblioteca-bibliotecario-usuario (entrada 17), la administración (entrada 43), la calidad (entrada 46), la normativa técnica (entrada 50) y los servicios bibliotecarios (entrada 51).
Todo lo reflexionado hasta ahora apunta a una situación muy compleja que pone entre dicho cualquier afán para formar bibliotecarios en este país, lo cual me conduce sin ningún rubor a asegurar que la formación de bibliotecarios que tenemos en las carreras es un gran fraude, una enorme simulación en la que no se están atendiendo los requerimientos de nuestra nación en lo que respecta a información y documentación, sino al mero interés en conservar los puestos de trabajo de los involucrados, lo cual en conjunto no es criticable ni desdeñable -a menos que nos adentremos en problemas de índole moral, que no estoy considerando aún-, sino que se enfila a otras interesantes problematizaciones.
En otras ocasiones, he comentado que los bibliotecarios recibimos una formación que nos ata a la biblioteca como lugar de trabajo, además de que somos conservadores. Esto que debería ser una ventaja se está volteando en nuestro perjuicio, pues la formación bibliotecaria no ha podido ver más allá de las bibliotecas, de las tecnologías para bibliotecas y de la comunicación vinculada a las bibliotecas. Más allá de estos conceptos es Terra ignota.
No obstante, el ciclo del saber que realizan las personas extra bibliotheca se extiende mucho más allá de estas instituciones, pues abarca los siguientes estadíos:
  1. Identificación y medición de los hechos y las representaciones para generar los datos.
  2. Asignación de patrones, relaciones y significado a los datos; o bien, interpretación de cambios en las condiciones de los datos, o por el paso del tiempo, con lo que se genera información.
  3. Organización de la información dentro de marcos conceptuales, con lo que se genera conocimiento.
  4. Integración o asimilación del conocimiento a través de la experiencia; o bien familiarización del conocimiento con el contexto, con lo que se genera idoneidad.
  5. Perfeccionamiento de la ideoneidad por la experiencia, con lo que se genera saber.
  6. Uso del saber para identificar y medir los hechos y las representaciones.
En cada estadío, las personas han aprendido a bibliotecar (vid. entrada 54), lo cual les ha llevado a conformar distintos tipos de repositorios que son acordes a la naturaleza de las entidades que coleccionan y a los fines para los que les sirven (ventaja competitiva).
En el siguiente gráfico, que es resultado de varias lecturas que no citaré en esta ocasión -pues luego de la reflexión y decantación ninguna de ellas se relaciona con esto que ahora muestro-, podemos ver cómo se insertan distintos tipos de repositorios en el ciclo del saber.
Así, tenemos que hay bancos de datos (por ejemplo, un recetario de cocina o el fichero de una biblioteca), unidades de información (por ejemplo, archivos, bibliotecas, museos, centros de documentación), bancos de conocimientos (por ejemplo, un repositorio interdisciplinario de un proyecto específico o el banco de conocimiento industrial de la Organización de Desarrollo Industrial de la ONU), bancos de mejores prácticas (por ejemplo, un banco de experiencias significativas o el banco de mejores prácticas de educación) y bancos de saberes (por ejemplo, el banco de saberes de un jardín botánico o el banco de saberes sobre la fabricación del jabón).
Al respecto, debe entenderse que durante el ciclo del saber las personas no avanzan de manera lineal, sino que cada quien traza su propio camino y decide hasta que punto llega, por lo que los contactos que pudieran tener con los repositorios son un tanto azarosos.
Viendo las cosas de este modo, si los bibliotecarios dejáramos atrás la sensación de que fuera de la biblioteca no hay vida, o si intentáramos ir más allá de las áreas hacia las que hasta ahora nos hemos extendido (vid. entrada 31), se abriría un universo enorme y abarcante de toda la cultura humana, en el que los procesos de selección, adquisición, registro, ordenación, mantenimiento y conservación podrían tener otro sentido y finalidad. Y ni que decir de lo que podrían ser los servicios de información y de documentación.
Llegados a este punto, notamos que la formación de bibliotecarios es un problema que tiene muchos años, casi un siglo en México, y aún no hay visos de que algún día se logre resolver, pues la suma de las nociones sobre lo que debe ser y hacer el bibliotecario en la biblioteca, los cambios y las permanencias en las currículas, así como un mercado laboral que aún no acabamos de conocer, pero que se amplía, transforma y circunscribe hoy a las bibliotecas, las empresas de información, la consultoría de información, las bibliotecas digitales, los servicios ambulatorios y las redes sociales, no nos permiten ver que hay un más allá laborable, que está detrás de las fronteras que parecen ahogarnos.
Quizá el problema de la formación bibliotecaria no sea solamente un problema de los límites que nos hemos autoimpuesto en un mundo que se perfila cada día más diverso, más cambiante y con los retos que imponen las ideologías que pretenden el control del conocimiento. Quizá la formación bibliotecaria debería fragmentarse para poder ampliar sus miras, pero manteniendo un común denominador comunicacional.
Sabemos que estas ideas no consiguen abarcar todo el problema de la formación de bibliotecarios, sino que apenas lo perfilan, pues es tan rico y dinámico en su complejidad que por eso lo seguiremos revisando y buscaremos ahondar en su comprensión con más elementos.

domingo, 7 de abril de 2013

56. VENTAJA COMPETITIVA DE LA BIBLIOTECA

Cuando bibliotecamos, generamos ventaja competitiva, tal como lo indicamos antes en la entrada 54. ¿Pero cómo hacemos eso? Primero debemos aclarar lo que es la ventaja competitiva y luego entender cómo el coleccionar nos puede llevar a tener una ventaja competitiva.
En el renacimiento español, la actividad de competir consistía en una contienda entre varios que aspiraban a una misma cosa. Cada uno de los actores de esa contienda era competente, o sea, que era apto o adecuado para competir, por lo que también era de su particular incumbencia ese competir. En este sentido, a cada uno de los sujetos competentes se le llama "competidor", y era quien se debía encontrar en un estado potencial de aptitud, o sea, buscar ser el mejor preparándose para el momento en que debiera realizar el acto de competir.
Generalmente, el competir se manifestaba en ocasiones determinadas, esto es, en espacios y tiempos señalados para ello, estableciendo así un ritual que convocaba a toda la sociedad o a parte de ella. En el siglo XVI, aparece en el idioma español la "competencia", que se entiende como una disputa, contienda o rivalidad que sólo es de la incumbencia de algunos. No obstante, en el siglo XVIII se nombra con esta misma palabra la aptitud, pericia o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.
Lo que distingue los dos sentidos de la competencia en el español es el involucramiento, pues cuando un individuo se involucra en la actividad de competir entonces ésta le incumbe, mientras que cuando ese individuo no se involucra en la actividad de competir entonces la competencia se refiere a una cualidad que lo señala. Hoy podemos encontrar estas distinciones en el diccionario de la RAE.
Con el desarrollo del capitalismo contemporáneo en el universo hispanoparlante, y debido a la distinción que ya existía en el español, ingresó como neologismo a este idioma la palabra "competitividad" (traducción del inglés "competitiveness"), para referirse al estado potencial del sujeto al que le incumbe competir. De esta manera, entendemos que la competitividad es la capacidad de competir y la rivalidad para la consecución de un fin. De esta palabra se desprende "competitivo", para referirse a lo perteneciente o relativo a la competencia, a quien es capaz de competir y a quien compite o se caracteriza por competir.
Arribamos entonces a dos maneras de hablar de estos asuntos en español, que se distinguen por la existencia de un involucramiento en potencia o actual, por un lado, o porque no existe ese involucramiento, aunque si la aptitud, la pericia y la idoneidad para poder involucrarse.
Veamos ahora lo que nos dicen dos bibliotecarios mexicanos sobre el bibliotecar:
  • "Las bibliotecas... tienen una ventaja competitiva y coadyuvan significativamente a los procesos de aprendizaje, enseñanza e investigación. La ventaja competitiva se define en la gestión estratégica como aquella por la que una organización puede adquirir un rendimiento superior en relación con las organizaciones competidoras" (Sánchez Ambriz, 2011, p. 100).
  • "La información que existe en la biblioteca se utiliza para satisfacer una necesidad específica, un interés o un deseo y... su búsqueda está sujeta a la voluntad del usuario" (Gordillo, 1981, p. 173).
En el primer caso, Sánchez Ambriz nos indica que las bibliotecas pueden tener un rendimiento superior al de otras organizaciones, a las que adjetiva como "competidoras"; o sea, establece que se puede comparar el rendimiento y mostrar que para el caso de las bibliotecas llegaría a ser superior, pero ¿qué es una organización competidora cuando hablamos de bibliotecas? ¿Cuándo se considera superior su rendimiento y superior a qué?
Agrega Sánchez Ambriz que las bibliotecas coadyuvan a los procesos de aprendizaje, enseñanza e investigación, pero ¿esto tiene que ver con el rendimiento superior o se trata de algo diferente? ¿Esto es también la ventaja competitiva de las bibliotecas?
Gordillo no denomina como "ventaja competitiva" a la utilización de la información que existe en la biblioteca para satisfacer una necesidad específica, un interés o un deseo. No obstante, señala la existencia de la voluntad del usuario, que es la que sujeta cualquier intento de búsqueda de la información. O sea, hay un estado potencial en el que se encuentra la biblioteca con la información que tiene, que conforme la voluntad del usuario puede satisfacer su necesidad, su interés o su deseo. De esta manera, la información está en potencia destinada a satisfacer la necesidad, con lo que la biblioteca es apta, o tiene pericia o es idónea para satisfacer esa necesidad.
En el primer caso hay un involucramiento de la biblioteca para competir con otras organizaciones en materia de rendimiento, al tiempo que en el segundo caso no se da el involucramiento para competir, sino que la biblioteca está apta, tiene pericia o es idónea para satisfacer con su información una necesidad, un interés o un deseo. Entonces, parece ser que podemos hablar de ventaja competitiva en dos sentidos: Uno con el enfoque del tener (un rendimiento superior) y otro con el enfoque del ser (capaz de satisfacer).
Es interesante notar que con ambos enfoques la ventaja competitiva es algo que podemos encontrar en los motivos para que existan las bibliotecas, por lo que sería posible buscarlos en la historia bibliotecaria. Así, en 1608 fray Diego de Arce (2012) describió algunas razones que identificó para tener bibliotecas, entre las que destacamos las siguientes:
  1. Dar lustre y autoridad a una academia o universidad.
  2. Eternizar el nombre de su creador; dejar memoria de si.
  3. Para provecho propio o de los doctos.
  4. Tener una posesión singular para aventajar a otros.
  5. La envidia.
  6. La búsqueda de conocimiento y belleza.
  7. La afición, el gusto o el amor a los libros.
  8. La curiosidad.
  9. La competencia entre poderosos para ostentar su riqueza.
  10. La obligación de proveer los libros necesarios.
  11. El rescate y la salvaguarda de los libros.
  12. Encerrar los libros.
  13. Por la dificultad para conseguir los libros.
  14. Para conocer los errores y confirmar las verdades.
  15. Por inclinación a las cosas grandes y dignas.
Por supuesto, Arce se refería a las bibliotecas establecidas por príncipes, religiosos, académicos y otros personajes reconocidos y poderosos de la antigüedad. Debe notarse que los numerados 3, 6-8, 14-15 corresponden a bibliotecar para tener ventaja competitiva con el enfoque del ser, y las restantes a la ventaja competitiva con el enfoque del tener. Así, por ejemplo, coleccionar por envidia para tener una ventaja competitiva apunta a que ésta debía guardar una estrecha relación con el objeto de la envidia, de modo que la ventaja competitiva tendría que ser una posesión más valiosa o superior que aquella envidiada.
En los tiempos que vivimos, en los que la ventaja competitiva sólo se enuncia con el enfoque del tener, y en el que bibliotecamos enmedio de un estado de crisis continua del capitalismo que nos circunda, con asonadas permanentes que ponen en jaque la existencia misma de las bibliotecas, la identificación y el reconocimiento de la ventaja competitiva es algo que nos podría dar más claridad al respecto de dónde estamos (las bibliotecas) y quiénes somos (los bibliotecarios). Por esta mera razón, este problema tan complejo, que además está muy relacionado con los distintos modelos de bibliotecas que existen (entrada 53), lo deberemos seguir considerando como tema de este espacio más adelante.

Bibliografía

Arce, Diego de. (2012). De las librerías: De su antigüedad y provecho, de su sitio en la estimación que de ellas deben hacer las repúblicas, y de la obligación que los príncipes, así seglares como eclesiásticos tienen de fundarlas, aumentarlas y conservarlas. Valladolid: Maxtor.
Gordillo, R. (1987). Legislación bibliotecaria. En: XVIII Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, 2 al 6 de marzo de 1987, México, D.F. (1989). Memorias. México: AMBAC. pp. 173-201.
Sánchez Ambriz, G. (2011). El modelo EFQM: Instrumentación teórico-práctica en procesos de evaluación de bibliotecas universitarias. En: Arriola Navarrete, O.; Tecuatl Quechol, G. (Comp.). (2011). Evaluación de bibliotecas: Un compendio de experiencias. México: ENBA; Library Outsourcing Service. pp. 99-204.

sábado, 30 de marzo de 2013

55. VOLVER A LAS NECESIDADES DE INFORMACIÓN

En la entrada 52, reconocimos el problema de pensar de otra manera las necesidades de información; esto es, no verlas como meras carencias de recursos de información para así poder cambiar la supremacía de los objetos por encima de los sujetos.
Agreguemos que en la entrada 18 citamos a Morales Campos, cuando en una conferencia magistral aseguró que el Estado no debe regular en materia de información -excepto sobre las políticas de información-, evitar ser censor y dejar que funcionen las leyes del mercado. En este marco, dijo que ese Estado debe proveer mínimos de información a la población a través de las escuelas y las bibliotecas públicas, considerando que al crecer las necesidades educativas, crecen las necesidades de información.
Con anterioridad, en la entrada 8, señalamos la existencia del sistema de necesidades de información y conocimiento en que viven las comunidades, mismo que está entramado en el complejo de interacciones en que se encuentran las personas en esas comunidades.
Atraemos también las nociones de la entrada 48, donde reconocimos los problemas que plantea el modelo del sistema de la infopobreza, mismo que tiene dos factores que son determinantes en los individuos (incapacidad y conformidad) y tres factores de su entorno socio-cultural (la circulación de las comunicaciones, la alienación y la exclusión). Este sistema existe para reproducirse a si mismo, pero ¿cómo lo hace? Podemos pensar una respuesta si consideramos todas estas nociones en conjunto.
Tenemos que sin mucha complicación podemos notar que lo expresado por Morales Campos es una justificación -más que una explicación- del sistema de la infopobreza sustentado en la jerarquía Estado-población. Así, podemos inferir de sus afirmaciones que el Estado controla las necesidades de información de la población a través de la educación por medio de mecanismos de circulación de comunicaciones, por la alienación y por la exclusión. Esto viene a establecer un sistema de necesidades de información y conocimiento que se imbrica con las distintas formas de interacción que existen en las comunidades, lo cual conforma un complejo en el que para estar informado se debe tener la información, de la cual generalmente carecemos, aunque podemos encontrarla en el mercado de la información a un costo, que puede ser monetario, o por medio de trámites, o por alguna otra disposición impositiva.
No obstante, en este razonamiento falta entender bien qué es lo que está controlando el Estado, o sea, qué son las necesidades de información, pues no estamos seguros de que éstas sean los mínimos de información que aquél provee a la población. En otras palabras, si la necesidad de información es la carencia de información, entonces los mínimos de información de los que hablaba Morales Campos serían indicativos de las cantidades de recursos de información que deberían proveerse de modo dosificado para no eliminar esa carencia; esto es, esos mínimos de información deberían asegurar el funcionamiento de los sujetos, pero sin eliminar su carencia de información, para que de esta manera al crecer las necesidades educativas crezcan las necesidades de información, o sea, las carencias de información. En términos más simples, hay que darle al educando lo que debe saber, no lo que quiere saber (por curiosidad, por interés o por deseo).
Esto último apunta a que la necesidad de información, más que ser una carencia es una ignorancia. De esta forma, si desplazamos el interés en el objeto que se carece (la información) hacia el sujeto que ignora (esa misma información), podríamos explicar muchas más situaciones que las que hasta ahora hemos conocido, pues quien ignora puede que carezca, aunque también se puede ignorar teniendo.
Así, el siguiente gráfico que proponemos vendría a sustituir el de la entrada 52.
Necesidad de información como ignorancia.
La ignorancia es el estado del sujeto que no sabe, o que no quiere o no puede saber. Este estado se mantiene para excluir, proteger o identificar a las personas a través del espacio (mediante distanciamientos) o el tiempo (por retrasos).
Pensar en la necesidad de información como ignorancia asentaría ésta como un inicio de nuestras reflexiones sobre lo que ocurre cuando un individuo o un grupo social se da cuenta de algo que debe saber. Siguiendo las ideas de Popper (2001), nuestro sujeto podría lanzar una conjetura al respecto de lo que no sabe, para luego buscar informarse, aprender o probar. Sin embargo, en muchos casos esto no ocurre, sino que los individuos que se dan cuenta de algo que deben saber lo buscan sin mucha orientación y hasta con distracción, sobre todo cuando su búsqueda es por encargo.
Es imperioso notar que todos los individuos y los grupos viven en sistemas socio-culturales que los determinan, incluso en lo que ignoran ya que la ignorancia es una construcción social a veces construida con el sentido común y los imaginarios sociales (Ornelas, 2007).
A lo largo de su vida, el sujeto aprende que para conocer debe tratar con mediaciones impuestas socialmente, a través de su familia, su círculo de amistades, la escuela, el trabajo, el gobierno, etc. De esta manera, ciertas informaciones estarán disponibles y serán accesibles para su uso mediante la lectura, el estudio y la práctica, lo cual puede posibilitar la apropiación del conocimiento por el sujeto o bien puede tratarse de una imposición de ese conocimiento al mismo. De acuerdo a como funciona el sistema social ahora, al sujeto no se le deja más opción que la de manifestar su conformidad con este mecanismo de transmisión de conocimiento para que el mismo mecanismo interprete esa conformidad como satisfacción del sujeto, esto es, para afirmar que el sujeto sabe lo que debe saber.
Además, este mecanismo se reproduce a sí mismo, pues continuamente vuelve a comenzar el ciclo del sujeto que debe darse cuenta de lo que debe saber, para otra vez realizar el tránsito del conocer. Obviamente, este es el mecanismo del sistema de la infopobreza que, como indicamos, sirve para la reproducción del propio sistema. Asimismo, al volver a mirar las aseveraciones de Morales Campos con esta reconceptualización de la necesidad de información se alcanza una mejor comprensión de su mensaje, que quiere justificar el control social desde la educación y la circulación de informaciones.
La ignorancia es un tema apasionante que desde hace dos décadas ha cobrado mucho interés en la sociología del conocimiento, en la psicología y en la pedagogía. Smithson (Social theories of ignorance, 2008) indica cuatro caracterizaciones que ha tenido entre los intelectuales occidentales, que son las siguientes:
  • La ignorancia se construye socialmente, aunque esta afirmación no necesita del relativismo ni de la negación de las influencias del mundo real.
  • La ignorancia no es siempre un aspecto negativo de los asuntos humanos. De hecho, es un componente esencial en las relaciones sociales, en las organizaciones y en la cultura. Las personas son motivadas para crear y mantener la ignorancia, a menudo de forma sistemática.
  • La ignorancia no es invariablemente una desventaja para el ignorante.
  • La ignorancia no es marginal ni aberrante en su impacto. Es una influencia dominante y fundamental en la cognición humana, en la emoción, en la acción, en las relaciones sociales y en la cultura.
El mismo autor (Smithson, The many faces..., 2008) se refiere a la ignorancia en su faceta de incertidumbre para afirmar que puede ser motivadora, manipuladora, riesgosa, sorpresiva o para la defensa. Sugiere también que la ignorancia social e individual podría administrarse.
Para Abbott (2010), la ignorancia es funcional sólo cuando no es de una variedad, pues hay ignorantes de varias maneras. Además, lo que importa no es la cantidad de la ignorancia, sino la calidad. Al respecto, Ornelas (2007) afirma que un sujeto escolarizado puede ser un sujeto ignorante, lo cual sustenta en la distinción entre escolaridad y desarrollo cultural.
Cuando bibliotecamos (véase la entrega 54), la ventaja competitiva que generamos nos puede servir en dos sentidos: Para distinguir nuestros repositorios de otros similares que asumimos como competidores (enfoque del tener), o para posibilitar el actuar o el decidir (enfoque del ser). Desde este segundo enfoque, la consideración de la necesidad de información como ignorancia cobra una importancia máxima, pues nos podría llevar a concebir las bibliotecas y todos los repositorios en una novedosa dimensión socio-cultural, así como a mirar nuestro trabajo como bibliotecarios de un modo completamente nuevo.
Vemos que la ignorancia es un tema que cuenta con una amplia literatura, además de que es un campo abierto a la investigación -que por cierto no existe en la biblioteconomía-, pero que podría aportar muchísimo a nuestro quehacer y ser el puntal para que los bibliotecarios nos sintamos más integrados a nuestra sociedad al involucrarnos en la atención a un problema complejo: Ayudar a las personas, a los grupos, a las organizaciones y a las naciones a crecer siendo mejores y estando mejor preparados para  las situaciones y los obstáculos que enfrenta su propio desarrollo. Por la importancia que tiene este problema de reconceptualización, así como por todas sus implicaciones para los bibliotecarios, es un asunto que debemos seguir considerando.

Bibliografía

Abbott, A. (2010). Varieties of ignorance. The American sociologist, 41(2), pp. 174-189.
Asimov, I. (1980). A cult of ignorance. Newsweek, 3, p. 19.
Fromm,  E. (1988). To have or to be? New York: Bantam.
Kurz, R. (2002). La ignorancia de la sociedad del conocimiento. Localizado: 21 feb. 2013. En: http://docs8.megahamster.es/742213,ES,0,0,Kurz,-Robert---La-Ignorancia-de-la-Sociedad-del-Conocimiento,-R.-Kurz.doc.
Ornelas, A. (2007). La ignorancia construida o la manifestación de la esquizofrenia social producida por el doble vínculo. En su: Comunicación, doble vínculo y educación en la sociedad contemporánea. México: UPN; Plaza y Valdés. pp. 187-212.
Popper, K. (2001). El conocimiento de la ignorancia. Polis: Revista latinoamericana, 1. Localizado: 4 mar. 2013. En: http://polis.revues.org/8267.
Smithson, M. (2008). The many faces and masks of uncertainty. En: Bammer, G. and Smithson, M. (Ed.). (2008) Uncertainty and risk: Multidisciplinary perspectives. London: Earthscan. pp. 13-25.
Smithson, M. J. (2008). Social theories of ignorance. En: Proctor, R. N. and Schiebinger, L. (Ed.). (2008).  Agnotology: The making and unmaking of ignorance. Stanford, CA: Stanford University. pp. 209-229.

lunes, 18 de marzo de 2013

54. BIBLIOTECAR

Desde que decidí ser bibliotecario, me he preguntado todos los días sobre lo que hacemos los que como yo nos dedicamos a esta profesión. Con el tiempo, he notado que una parte de nuestros problemas tiene que ver con no disponer de recursos verbales o gráficos simples para decir a los otros sobre nuestros quehaceres, o para nuestra propia reflexión. O sea, los médicos medican, los archivistas archivan, los abogados abogan... ¿y los bibliotecarios? Estoy convencido de que nosotros bibliotecamos.
Pudiera parecer ocioso creer que una palabra nueva tiene el poder de cambiar el estado de cosas actual, pero es así de cierto, como que si designáramos "bibliotecar" para definir la acción de coleccionar recursos de información en distintos soportes y formatos para tener una ventaja competitiva ya estaríamos fijando algo nuevo en la realidad e insertándonos en ella como parte de lo que así se designa.
De esta manera, cuando alguien me pregunte a qué me dedico, le diré que lo que yo hago es bibliotecar, y que para hacerlo me he formado como bibliotecario profesional. Parece simple, ¿no?
Sin embargo, tras esta aparente claridad se esconde un mundo de asuntos, o sea, toda nuestra profesión que debe acomodarse.
También debemos notar que bibliotecar no es exclusivo de los bibliotecarios profesionales, pues cualquiera puede hacerlo, así como puede haber personas que se automedican, espontáneos que abogan por otros, etc. Esto no disminuye en lo más mínimo el que existan profesionales de la medicina y la abogacía, así como que éstos impulsen unos mínimos de calidad en sus productos y servicios. En consecuencia, puede haber particulares que bibliotequen en sus domicilios, profesores que bibliotequen en sus universidades para tener recursos de información que utilicen en nuevos seminarios, o burócratas que bibliotequen en el gobierno para poder decidir sobre nuevos impuestos. No obstante, bibliotecar igual existe para los profesionales bibliotecarios, así como medicar con la medicina, abogar con la abogacía y así con otras muchas profesiones.
Es importante observar que coleccionar es un proceso complejo, que puede abarcar la reunión y organización de varios objetos, al igual que su difusión y compartición. Como resultado del coleccionar se conforman colecciones, a las que se pueden agregar o asociar productos diversos como disposiciones espaciales para colocarlas y/o exhibirlas, espacios para resguardarlas y organizarlas, instrumentos diversos para facilitar su manejo y utilización, etc. Asimismo, en torno a las colecciones se pueden establecer servicios diversos que permitan facilitar su utilización.
Cuando enfatizamos que  bibliotecar genera una ventaja competitiva nos referimos a ésta como la característica única de la colección que hacemos y que se percibe en sus productos y servicios como un valor, o algo digno de atención, o como calidad o superioridad. De esta manera, la colección se convierte en un importante eslabón para la realización de alguna decisión o acción. Dicho en otras palabras, bibliotecar es intencional y bibliotecamos para algo: Para dominar una técnica, para obtener un grado académico, para conocer sobre el pasado, para investigar, para comerciar, para que los alumnos tengan los libros que requieren para sus estudios, para que la población se informe y eduque, etc.
Bibliotecar puede realizarse en ambientes físicos o digitales, reales o virtuales, imprimiendo cada vez el carácter, las formas de trabajo y las imposturas propias a sus artífices. Puede realizarse en ambientes particulares e institucionales, siguiendo normativas establecidas o formando esquemas nuevos de normalización, e incluso puede poner el acento en determinados rasgos de los potenciales beneficiaros de sus productos y servicios como una búsqueda de adecuación de éstos a aquéllos.
Entre las preguntas que debemos hacernos están las siguientes: ¿Qué coleccionar? ¿Cómo coleccionar? ¿Cuándo coleccionar? ¿Por qué coleccionar? ¿Para qué coleccionar? ¿Cómo decidir cuáles productos realizar? ¿Cuáles servicios son mejores para el tipo de productos? ¿Qué los hace mejores? No obstante, no se agotan las interrogaciones, pues ¿bibliotecar abarca también el archivar? ¿Cuál es la relación entre bibliotecar y documentar? ¿Y con almacenar? Estas últimas cuestiones parecen apuntar a una taxonomía de las colecciones.
Usar el lenguaje para abrir nuevos horizontes a nuestro quehacer puede ser resultado de buscar novedades, pero también sirve para tratar de captar soluciones. Bibliotecar es una palabra nueva que puede servir para imprimir un sentido a nuestro quehacer, pero su utilización requiere la revisión de todo lo que somos y hacemos, lo cual imprime a su existencia el carácter de un problema complejo, en tanto que instaura una nueva realidad, una nueva forma de vernos y observar el mundo en el que estamos, y por ello la continuaremos abordando en otra ocasión.

sábado, 9 de marzo de 2013

53. MODELADO DE BIBLIOTECAS

En la escuela, conocí que los distintos tipos de bibliotecas se diferencian por las organizaciones a las que pertenecen, por sus colecciones, por los usuarios que atienden y por las modalidades de los servicios que proporcionan. De esta manera, una biblioteca pública venía a ser muy distinta de una biblioteca universitaria, y ambas eran bien diferentes de una biblioteca nacional.
Casi de inmediato me di cuenta de que estas diferencias son aún mayores, como fue el caso cuando comparé dos bibliotecas públicas y vi que se parecen en poca cosa. Lo mismo me ocurrió con las bibliotecas escolares, las especializadas y con las llamadas "salas de lectura" y con los "centros de documentación".
Con el tiempo, me convencí de que las prescripciones en materia de definición, organización, servicios y demás menesteres de las bibliotecas debían ser abstracciones ideadas para servir de guía ante la diversidad de situaciones que un profesional bibliotecario podría afrontar. Así, armado con sus teorías, procedimientos y normativas cualquiera debería poder imprimir el principio de orden al que rinden tributo todas las bibliotecas.
No obstante, muy pronto empecé a preguntarme si podría haber modelos de bibliotecas establecidos, quizá de otra naturaleza que la enunciada para los tipos de bibliotecas que había conocido en la escuela. En consecuencia, comencé una búsqueda de varios años hasta lograr reunir algunas evidencias de modelos definidos de bibliotecas, como el caso de las bibliotecas independientes, regionales y cooperativas en New South Wales, Australia; o los cuatro modelos organizacionales para bibliotecas escolares que difundió el Gobierno de Quebec, que son los siguientes:
1. Una biblioteca escolar que refleje el plan de éxito de la escuela y el proyecto educativo.
2. Una biblioteca escolar basada en un plan de informatización.
3. Una biblioteca escolar que cuenta con un centro de recursos pedagógicos.
4. Una biblioteca escolar que es una extensión de un servicio centralizado en el Consejo Escolar.
Asimismo, hallé el Modelo de biblioteca pública para Centro América, que publicó el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) de El Salvador. Este modelo fue realizado por los coordinadores de bibliotecas públicas de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala para servir de guía en la creación, planificación y prestación de los servicios de las bibliotecas públicas. Indica las funciones y objetivos, el marco legal y financiero, los usuarios y servicios, la formación, el desarrollo y el mantenimiento de las colecciones, los recursos humanos, económicos y físicos que se deben tener, así como asuntos sobre la gestión y el mercadeo.
Entre los documentos que reuní hay un estudio exploratorio de Kwanya, Stilwell y Underwood (2012) que expone las características de los siguientes nueve modelos: Biblioteca tradicional, biblioteca de avanzada, biblioteca móvil, biblioteca como librería, biblioteca comunitaria, biblioteca incrustada, biblioteca digital, espacio común de información y biblioteca 2.0. Un resumen de las características diferenciadoras de estos modelos se muestra en la siguiente tabla:
Modelos de bibliotecas (Kwanya, Stilwell y Underwood, 2012)
Cuando revisé este reporte, noté que hay ciertos supuestos que llevaron a los autores a afirmar que ha existido una evolución de los modelos. Además, utilizan una terminología que puede prestarse a discusión, como cuando nombran "mediación" al quehacer de los bibliotecarios. No obstante, este trabajo viene a ser un gran avance en la comprensión de los modelos que se llevan en las bibliotecas, lo cual me hace preguntarme cómo se modelan las bibliotecas, o sea, cómo se crearían estos modelos.
En el mismo texto encontré pistas para responder a esta nueva interrogante, pues existen determinados ejes de valor que indican los autores y que son generadores de las características diferenciadoras de los modelos. Estos ejes de valor aparecen en la siguiente tabla:
Tabla de valores del modelado de bibliotecas (REG, 2013)
Tenemos entonces que la combinatoria de los valores configura modelos distintos de bibliotecas. Como ejemplo, si aplicamos estos valores al caso de una biblioteca tal como la Pride Library notamos que la misma se ajusta a un modelo de biblioteca tradicional con un espacio físico estático (ocupando un área dentro de la Biblioteca D.B. Weldon), en donde se encuentra una colección física, especial y de su propiedad (adquirida por donaciones), que tiene una organización automatizada (mixta en tanto que se comparte entre las dos bibliotecas, que la utilizan de modo diferente), y proporciona servicios gratuitos hacia dentro con personal voluntario. Se lleva un control flexible y mutable, con algunas modalidades de participación incluyente que posibilita que los usuarios se involucren en algunos asuntos como el ambiente y la estética del lugar, además de que tiene visibilidad atractiva y suficiente a su tamaño.
Llegados a este punto, podríamos pensar que esta tabla de valores resuelve el problema del diseño de las bibliotecas a partir de modelos, pero no es correcta esta conclusión, pues el modelado de las bibliotecas aún tiene varias interrogantes y aspectos poco claros que lo hacen fascinante, además de ser un problema dinámico y complejo, y que por ello mismo seguiremos considerando en otra ocasión.

Bibliografía

Cooper, D. (2011). Big gay library: An ethnography of the Pride Library at the University of Western Ontario. Tesis para obtener el grado de Master of Information. Toronto: Faculty of Information, University of Toronto. Localizado: 10 feb. 2013. En: http://www.uwo.ca/pridelib/documents/DCooperThesis.pdf.
Dirección Nacional de Promoción y Difusión Cultural. (2004). Modelo de biblioteca pública para Centro América. San Salvador, El Salvador: ABINIA, A.C.; CONCULTURA.
Kwanya,  T.; Stilwell, C.; Underwood,  P.G. (2012). Library 2.0 versus other library service models: A critical analysis. Journal of librarianship and information science, 44(3), pp. 145-162.
Liddle, J.A. (2007). Library models in New South Wales at a glance. Watsonia, Victoria: Public Libraries NSW-County.
Promising library models (s.d.). Action plan on reading in school. Localizado: 11 dic. 2007. En: http://www.mels.gouv.qc.ca/lecture/index_en.asp?page=schoolLibrary.

jueves, 21 de febrero de 2013

52. LAS NECESIDADES DE INFORMACIÓN

En los años 70 y 80, se dieron varios intentos para definir la naturaleza de las necesidades de información. Se buscaba entonces determinar si son deseos, intereses, demandas o carencias de las personas aquello que se debe designar como “necesidad de información”. Con el tiempo, la carencia se impuso como determinante de la definición; o sea, que la necesidad de información sería entendida como la carencia de información, y consecuentemente como la carencia de los documentos que contienen la información.
Acorde a este sentido, Juan José Calva propone su Modelo de las Necesidades de Información (abreviado NEIN), en el cual contempla el desarrollo temporal de la necesidad de información, desde el surgimiento hasta la satisfacción de la carencia de información. Es importante notar que este modelo supone que se pueden tener la información y el documento que la contiene. De esta manera, el NEIN estipula que la identificación, obtención y uso a esos documentos (conjunto de acciones que conforman el llamado “comportamiento informativo”) llevarán a la satisfacción de la necesidad de información. Dicho en otras palabras, la carencia (necesidad de información) se resuelve con tener la información faltante.
El siguiente gráfico utiliza el cuadro semiótico para ilustrar lo que implica el NEIN: La carencia puede estar latente o ser expresada, en cuyo caso puede tratarse de una pregunta o de un problema. De esta manera, la carencia de información, sobre la que quizá nos damos cuenta, se atiende generando o adquiriendo la información para tenerla, sea poseyéndola o pudiendo usarla. A continuación, una vez que la información está disponible y accesible, se puede efectivamente usarla (lectura o estudio) y así realizar el comportamiento informativo que se espera (elipse roja en el gráfico), para de esta manera llegar a informarse.
Necesidad de información como carencia.
Agrega Calva que la satisfacción de la necesidad de información está en relación directa con la relevancia y la pertinencia de la información. Dicho en otras palabras, la información es vista como producto y la relevancia y la pertinencia son dos medidas de la calidad de esta información. No obstante, de esta manera se confunde la satisfacción con la conformidad, o sea, el reconocimiento de la relevancia y la pertinencia de la información sólo pueden indicar que se está conforme con el producto-información como aquello que se tiene para subsanar la carencia. Sin embargo, en este gráfico mostramos que la satisfacción más bien está en relación con la conformidad (que es su antecedente) y con la carencia misma.
Este concepto de necesidad de información se ha vinculado frecuentemente con una valoración cultural de que los objetos son más importantes que las personas, que es la idea subyacente en el llamado “enfoque centrado en la biblioteca”, mismo que en apariencia se opone al “enfoque centrado en el usuario”. En otras palabras, cuando se opera conforme la dupla carecer-tener es común enfatizar lo que se tiene, trabajar para lo que se tiene, poner en servicio lo que se tiene, estudiar los contactos de las personas con lo que se tiene, evaluar si las personas están satisfechas con lo que se tiene y con los servicios relacionados, etc. Podemos notar que todas las acciones que emprenden los bibliotecarios funcionan de esta manera dentro de la dupla carecer-tener.
Otro supuesto de la dupla carecer-tener es que toda la información se puede generar o adquirir para tenerla. Al respecto, es bien conocido que la generación y la adquisición de información tienen límites que se pueden conocer con bastante exactitud y que dependen de factores culturales, sociales, económicos y políticos (vid. la entrada 48 sobre la infopobreza).
Este concepto de necesidad de información basado en la dupla carecer-tener sirve de sustento del enfoque centrado en el usuario, de los estudios de conducta informativa, de la alfabetización informacional y de otros desarrollos. Por esta razón, nos preguntamos si es posible otro concepto de necesidad de información; esto es, si podemos concebirla no como una carencia, sino como otra idea que supere la primacía de los objetos por encima de los sujetos, que sea más adecuada para incluir la diversidad cultural y que acepte y explique los resultados de los estudios emprendidos y los conocimientos alcanzados a partir de la dupla carecer-tener.
El estudio de las necesidades de información debe partir de una reflexión crítica sobre los avances alcanzados hasta ahora, reconociendo que estamos ante un problema de gran complejidad, y que por lo mismo debemos seguir tratándolo en sucesivas entregas.

Bibliografía

Calva González, J.J. (2004). Las necesidades de información: Fundamentos teóricos y métodos. México: UNAM, CUIB.

domingo, 3 de febrero de 2013

51. LOS SERVICIOS BIBLIOTECARIOS

Hace más de tres lustros, cuando estudiaba la maestría quise analizar posibles cambios en la enseñanza de la materia destinada a formar en la licenciatura al bibliotecario profesional para que pueda brindar los servicios de consulta o referencia.
En aquella ocasión, pensé que se podrían atraer nociones de la biblioterapia para establecer un acercamiento a esta materia que fuera diferente al que sigue considerando la enseñanza de las características y usos de las obras de referencia como lo más importante. De esta manera, me pareció que el enfoque centrado en el usuario de la biblioterapia vendría a llenar un vacío en los servicios de referencia. No obstante, el intento casi me costó reprobar el seminario de educación bibliotecológica, debido a la franca oposición a mi proyecto por parte del profesor que tenía asignado.
Con el tiempo, he venido notando las deficiencias de muchas bibliotecas en materia de servicios -no sólo en los servicios de referencia-, a pesar de que los bibliotecarios de las mismas están convencidos de que hacen lo mejor que pueden, incluso con calidad.
Más recientemente, me ha llamado mucho la atención que varias instituciones publiquen sitios en la red a los que llaman "bibliotecas digitales", que sólo son cúmulos de publicaciones digitales y, a veces, algunas aplicaciones contratadas a proveedores, pero que carecen casi por completo o completamente de una noción de servicios.
Añadamos que hace un año Cherry y Calvert (2012) publicaron los resultados de un estudio en el que hicieron señalamientos sobre la gran distancia que hay entre los discursos y los hechos de los bibliotecarios cuando se refieren a los servicios que proporcionan en las bibliotecas. Llegaron a esta conclusión luego del estudio cualitativo que realizaron para tratar de comprender las resistencias de los bibliotecarios a aceptar la implantación del modelo de atención a clientes en el servicio bibliotecario. Es de notar que este es el modelo de servicio que utilizan empresas como McDonald's, Disney y las vendedoras de automóviles.
Por otra parte, tenemos que Buckland (1983) propuso hace tres décadas un modelo sistémico del servicio bibliotecario, que se ilustra con el siguiente gráfico:
Sistema de Provisión y Uso del Servicio Bibliotecario (Buckland).
Es de notar que este autor manifiesta que la esencia del servicio bibliotecario es proporcionar documentos para su lectura (p. 6), y que los diferentes tipos de preguntas que hacen los usuarios requieren distintos tipos de servicios (p. 191). Un asunto curioso que aborda es el de la virtud de la biblioteca, para lo cual cita a R.M. Orr señalando los dos sentidos que se asocian a este tema: La virtud como calidad (capacidad) o como valor (efectos benéficos).
Observamos que el modelo de Buckland es el de almacén -que es el más comúnmente utilizado en las bibliotecas-, y el modelo de atención a clientes que indican Cherry y Calvert sólo consiste en agregar al cuadro de "Uso del servicio bibliotecario" los procedimientos de atención a clientes. No obstante, esto viene a ser un cambio radical en la percepción de los bibliotecarios que participaron en su estudio. Al respecto, para esos bibliotecarios no es lo mismo vender una hamburguesa, una experiencia Disney o un automóvil que proporcionar un servicio en una biblioteca.
En este sentido, pareciera cumplirse el señalamiento de Erich Fromm (1988) sobre llevar a los extremos la cultura del tener, arribando a igualar en sus fines un servicio cultural y educativo de interés social con un negocio comercial que se dedica a vender bienes y servicios para el consumo.
Por todo esto, los elementos problemáticos que se pueden debatir hasta aquí son abundantes, pero les quiero agregar algo más en razón de que vengo observando que la relación bibliotecario-usuario muestra a veces proximidades y a menudo distanciamientos. Tras acudir a consultar el diccionario de la lengua, hallé que tenemos en español palabras que podemos ordenar en función de la proximidad que se presenta en las interacciones, mismas que muestro en el siguiente gráfico:

Niveles de la interacción bibliotecario-usuario.
Siguiendo esta ilustración, noto que el bibliotecario puede atender al usuario. En este sentido, no lo ignora, sino que lo acoge favorablemente en la biblioteca, lo mira o le cuida, y puede llegar a satisfacer una petición de información u orientación, o conducirlo a donde se encuentra un recurso.
En otro caso, el bibliotecario puede servir al usuario, pues es quien le han dicho que debe atender y servir conforme unos procedimientos establecidos. En este sentido, el bibliotecario no es solidario con el usuario, sino que cumple las rutinas que tiene indicadas.
Además, el bibliotecario puede tener un cierto trato con el usuario; esto es, lo atiende y lo sirve, pero también se relaciona y se comunica con él, además de que lo cuida en materia de los recursos y servicios bibliotecarios, la información y el conocimiento que pone a su alcance. Con el trato, incluso puede haber empatía entre el bibliotecario y el usuario.
Cuando el bibliotecario es solidario con el usuario, entonces le atiende, le sirve, lo trata y le ayuda brindándole su cooperación e incluso poniendo su esfuerzo y sus medios para beneficiarlo.
En este sentido, volviendo al modelo de Buckland tendríamos que estos niveles de proximidad bibliotecario-usuario pueden ubicarse en el mismo cuadro de "Uso del servicio bibliotecario", aunque lo idóneo sería hacer un replanteamiento de este modelo para actualizar lo que deben ser los servicios bibliotecarios el día de hoy.
De cierto, el problema de la modelación, el diseño y la puesta en operación de servicios bibliotecarios actuales es un asunto que debe de interesar a todos los bibliotecarios, aunque no deja de plantear grandes retos, como vemos en este breve abordaje. El problema se vislumbra tan complejo, que con gusto lo trataremos más adelante.

Bibliografía

Buckland, M.K. (1983). Library services in theory and context. New York: Pergamon.
Cherry, J.; Calvert, P. (2012). Library service as theatre: Using dramaturgy to investigate attitudes to the retail and professional models of service. Aslib proceedings: New information perspectives, 62(2), pp. 201-214.
Fromm,  E. (1988). To have or to be? New York: Bantam.
Mon, L. (2005). Face threat. En: Fisher, K.E.; Erdelez, S.; and McKechnie, L.E.E. (Ed.) (2005). Theories of information behavior. Medford, N.J.: AISI&T; Information Today. pp. 149-152.